sábado, 11 de abril de 2009

Entrevista a Patricia (1)

Norte de Madrid ciudad. En torno a las instalaciones de la productora Globomedia resplandecen las galácticas sedes de las más poderosas compañías de telecomunicaciones de este país. Un apabullante conglomerado de empresas audiovisuales que, sin embargo, poco o nada podrían hacer sin la gran palabra mágica: contenidos. Y aquí estamos, sumergiéndonos en la oscuridad protectora de estos estudios, tan jóvenes como míticos, de los que han surgido infinidad de personajes, historias y gags que han sabido entretenernos durante más de 15 años de canales de televisión privada.

Entre estas inmensas y adaptables cuatro paredes –las mismas que alumbraron series y programas clave en la cultura popular española como El club de la comedia, 7 vidas, Los Serrano o Aída– nos espera Patricia Conde, la última princesa catódica del dial, la más preclara heredera –por derecho propio– de esa rara estirpe de comunicadores por cuyas venas corren, a partes iguales, sentido del espectáculo y la más inteligente vis cómica. Y ahí está ella, entre bambalinas, concentrada, guapa, tan exuberante como sencilla, repasando el último retoque de guión sin perder detalle de todo cuanto sucede a su frenético alrededor... Son las 15.23 de un martes de invierno; en dos minutos estaremos en el aire y aquí nadie titubea.

«¡Hola! ¡Encantada! Un beso. Ven por aquí. Te he reservado un asiento en la primera fila». Nuestra protagonista nos guía a través de un laberinto de cartón piera, chapa y metacrilato hasta que, voilà!, atravesamos el espejo y descubrimos que en el país de las maravillas de Patricia todo está lleno de color y todo son pantallas planas, cámaras, micrófonos, kilómetros de cable y mucha gente superconcentrada en las más variopintas tareas . El público aplaude a esta vallisoletana de 28 años, pero ella no puede pararse porque llega tarde: «¡Corre!, ¡corre! Siéntate aquí... Luego hablamos, ¿vale? Espero que te guste el programa». Una voz en off advierte: «Patricia, ¡20 segundos!». Cielos, a mí ya me habrían dado varios infartos.

«¡Silencio absoluto! Seis, cinco, cuatro... ¡Dentro cabecera!». Así empieza Sé lo que hicisteis..., el magacín estrella de La Sexta que, haciendo gala de un insobornable sentido del humor, se ríe de los excesos del mundo del corazón poniendo a más de uno en su sitio. Hoy, por exigencias de nuestro guión, nos saltaremos los 90 minutos del programa que Patricia conduce junto al fantástico Ángel Martín y los no menos insumisos Miki Nadal, Pilar Rubio y Dani Mateo. A las cinco de la tarde, tras despedirse de su multitudinaria audiencia y lejos de caer agotada por las tensiones del directo, la señorita Conde se nos revela más radiante y llena de energía que en la pantalla. «¿Te lo has pasado bien?». Sí, realmente, sí.

Hagamos memoria: ¿cómo empezó todo? ¿Qué caminos te han traído hasta aquí?
No podría señalar un momento concreto, un día en especial... Lo que sí es cierto es que, desde que tengo uso de razón, dentro de mí hay una cómica. Siempre he sido un poco gamberra, sobre todo en los círculos en los que me siento a gusto. Pero, aunque no te lo creas, también soy una persona muy tímida y reservada... Yo, con 12 o 13 años, veía la tele y ya tenía claro que a lo que quería dedicarme era a hacer reír.

¿Y cómo escapaste de esa desestresada capital de provincias que es Valladolid?
Poco a poco. De buenas a primeras, Madrid impone. No conocía a nadie aquí y pensaba que en la tele sólo se entraba con enchufe. Así que, sin olvidarme de la tele, empecé a probar suerte como modelo, como camarera, como dependienta, como azafata... Quería independizarme lo antes posible, pero si daba el paso tenía que ser para que mis padres se sintiesen orgullosos de mí. Nada de trabajar como florero; dentro de mí había algo más grande pidiendo paso, queriendo salir a la luz.

¿Qué te defraudó del mundo de la belleza?
Siempre he sido muy presumida. Me encantan los espejos, las barras de labios... Fui muy precoz en eso de darme mis propios tintes, mis mechas, mis cremas, mis maquillajes... Me encantaba todo eso. Tenía una especie de fijación con Pamela Anderson en Los vigilantes de la playa, estaba un poco obsesionada; tanto que solía grabar los momentos en los que ella aparecía para fijarme en cómo se peinaba, en cómo se maquillaba... y me dedicaba a pasear por el pasillo de casa en bañador y con tacones.

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